martes, 22 de agosto de 2017

El enano del camino *Comedia*

El sol estaba en lo más alto del cielo cuando Bronn llegó al camino principal desde una intersección, y sabía que era mediodía simplemente porque un granjero lo enunció de un grito regañando a su hijo por estar haciendo actos pecaminosos con su prima tan pronto que cualquiera podría haberlos visto, ya que Bronn estaba tan borracho después de cuatro días andando y bebiendo que si hubiese subido la vista probablemente se habría caída de espaldas y se hubiera quedado a dormir en mitad de la nada. *No volveré a beber… durante la próxima hora* se repetía cada vez que sacaba la bota y tomaba un buen trago de cerveza.
Bronn era un enano como cualquier otro: pelirrojo, barbudo, armado hasta los dientes y borracho como cuba, holgando decir que era bajito. Sin embargo, desde que tenía razón y un hacha a la espalda había intentado ayudar a aquel que se había merecido su respeto y su amistad, aunque eso significase robar o matar a algún que otro desafortunado siempre y cuando no hubiese otra forma de hacer las cosas.
Su amigo Barclay le había pedido ayuda con un encargo: transportar herramientas a las minas que se encontraban al final del camino principal. Muchos le habrían tirado un vaso o incluso un hacha sin afilar a la cabeza tras haber escuchado cuanto podía pagar Barclay por ese encargo, pero Bronn lo hizo de todos modos, a pesar de estar arrepintiéndose cuando vislumbró un control a mitad del camino.
-Muy buenas amigos, -dijo sonriendo y mostrando unos dientes negros que expulsaban un olor podrido mezclado con alcohol- ¿a qué se debe este bloqueo?
-Son órdenes de nuestro rey-dijo uno de los guardias con un acento de Bronn conocía perfectamente, eran elfos. No llegarían a la decena, pero eran un estereotipo andante del mismo que lo era él de su raza. Se alzaban altos y erguidos dejando ambas manos en la espalda cuando hablaban, cada uno llevaba un sable con una guarda fabricada con alta precisión y llevaban armaduras de acero y cuero simulando hojas que les protegían por completo, salvo por la falta de casco seguramente para que su cabello ondulase junto al viento, dejando ver unas orejas puntiagudas y un rostro bello y con cara de asco. -si quieres pasar tendrás que pagar un impuesto de raza inferior igual a tres monedas de oro.
-Pero yo creía que eran dos.
- ¿Cómo ibas a saber que eran dos si te acabas de enterar del puesto?
-Por qué lo dice ese cartel-dijo Bronn señalando el cartel que estaba al lado del puesto
- ¿Por qué no has quitado el cartel Iorveth? -dijo el guardia con una armadura plateada a uno de los otros. - ¿Es que no has visto al enano con tus ojos de elfo?
-Es que tengo miopía
- ¿Cómo puede ser que un elfo tenga miopía?
-Es que me gusta mucho leer por las noches con una vela, y al final la vista se cansa. Quizás hubiera sido más fácil verlo si me hubiese puesto unas gafas, pero como aún no se han inventado pues no me he dado cuenta de que era un enano.
- ¿Pero cómo vas a saber lo que son unas gafas si aún nos e han inventado?
- ¿Unas qué?
-Mejor lo dejamos. -el elfo se giró y miró a Bronn a los ojos. -Mira raza inferior, me da igual lo que ponga ese cartel, pero nos vas a pagar tres monedas de oro y no se hable más, a menos que quieras vértelas con el acero élfico que portamos.
-Yo tres monedas no pago, - dijo Bronn – aparte de que no me apetece mucho pagaros, tengo solamente cinco y me tiene que dar para el control de vuelta que tendréis y para beber en la taberna una vez llegue a vuestro destino. Si queréis os pago cuatro ahora y me hacéis un bono de dos viajes.
-Imposible enano, -dijo el tercer elfo una vez se dio cuenta de que le tocaba hablar o si no se quedaría sin diálogo- si no quieres pagar, tendrás que buscar otro camino.
-De acuerdo- dijo Bronn llevándose la mano a la barbilla para pensar, a pesar de estar un buen rato despejándose la barba para ello- ¿puedo rodear el camino?
-Tampoco puedes, los alrededores del camino también pertenecen al rey y hay controles para pasar por ellos.
- ¿Y dónde están?
-Somos nosotros, no tenemos mucho personal así que la gente que está rodeando el camino tiene que pasar por aquí y pagar antes de seguir. Por suerte hemos dejado carteles por toda la zona para avisar.
-Comprendo. ¿Podría nadar por el río?
-Imposible. El río también pertenece al rey, incluyendo todas las truchas, salmones y sanguijuelas que hay dentro de él.
- ¿Y si usase una catapulta y fuese volando?
-El aire también pertenece al rey. Nuestro rey tiene todos los derechos de explotación del nitrógeno, el oxígeno, el dióxido de carbono y hasta del helio.
- ¿Y el neón?
- ¡Especialmente el neón!¡Es más, ahora tienes que pagar un impuesto pro respirar el mismo oxígeno que nuestra raza!
- ¿No es un poco pasarse?
- ¡Impuesto de oxígeno digo!¡Paga ahora maldito enano antes de que te clave tu horrible hacha en la cabeza!
- ¡Escúchame mierdas! -dijo Bronn levantando el dedo casi amenazando ya que un enano nunca amenazaba, o te gritaba casi amenazando o te clavaba un hacha en el pecho, pero nunca amenazaban- ¡He intentados ser una buena persona con vosotros y me habéis estado tocando los pantalones, pero con mi hacha no se mete ni mi madre!¡Y mucho menos unos palillos que les gusta follarse los árboles mirando por encima del hombro a los demás!
-Es que a los vuestros es fácil, sois demasiado bajitos
-Me comen los huevos tus bromas, folla-lechugas. Aparta de una vez y vete a tomar por culo, o haz algo de provecho con el mondadientes que llevas en la cintura y aprende a chuparla para cuando em bajes los pantalones para que te dé por culo si no levantas la valla.
-Pero… si no hay valla.
-Pero supuse que teníais una valla invisible con magia o cualquier mierda de esas.
-Es que estamos faltos de recursos y por eso estamos tres aquí, pensábamos ponernos juntos de lado y darnos la mano, pero entonces no podríamos usar los sables
-Pues vaya. -Bronn expiró un poco de aire y estuvo a punto de preguntar por el tiempo, pero finalmente se acordó de lo que tenía que hacer- ¿me vais a dejar pasar o no?
-Ni hablar enano-dijeron los tres elfos a la vez mientras sacaban los sables. Se notaba que era acero élfico por la composición de la hoja y el brillo ahumado que emitía, por no hablar que estaba escrito al principio de la hoja, tal vez por un herrero que no quería olvidarse de que estaban hechas sus espadas, o quizás por unos elfos tan estúpidos que querían presumir de espadas.
- ¡No me hagáis reír veganillos! Podría tener mi hacha en una mano y la polla en la otra y acabar con todos vosotros antes de que me corriese. -el enano sacó el hacha y se puso en posición de combate.
- ¡Muere enano escatológico, muere!
Los elfos se abalanzaron contra Bronn. Atacaban a matar, realizando grandes piruetas en el aire y pivotando con sus pies sin estarse quietos en ningún momento. Finalmente rodearon al enano y realizaron una vuelta para atacar todos a la vez con un potente ataque de su sable. Sin embargo, y probablemente debido a que no es una buena idea darle la espalda a une nano con un hacha en ambas manos, Bronn lanzó un corte que golpeó a los tres elfos, haciendo que cayesen al suelo, dejando una gran mancha de sangre en el suelo.
-Maldito enano, - dijo el elfo de la armadura plateada- te maldigo, a ti y a los tuyos. Que nadie pueda verte el rostro, que todos te odien y que nadie se atreva responder a tus preguntas.
-Pues vale- dijo Bronn con cara de aburrimiento. Ambos se aguantaron la mirada incómodamente durante un rato- ¿puedo pasar ya?
-Por supuesto- el elfo pasó un rato pensando hasta que se dio cuenta de que rompió su propia maldición- ¡Mierda! En fin, por lo menos será una batalla de la que se hablará durante años. Prométemelo enano, - dijo el elfo tosiendo sangre. Con su último aliento, levantó el brazo y puso el puño hacia arriba – prométeme que hablarás de nosotros, de los nobles guardas que protegieron el paso, y que aguantaron hasta el final. ¡Continúa nuestra leyenda enana, haznos héroes, haznos…!
-Jefe, que ya se ha ido- dijo Iorveth levantando la cabeza.
- ¿Cómo?
-Que sí jefe, ¿no lo ves allí a lo lejos?
-Anda, pues tienes razón, ¿y entonces quién contará nuestra leyenda?
-Quizás yo, supongo.
- ¡Pero si tú también te estás muriendo!
-Qué va jefe, si a mí sólo me ha rozado
- ¿Y por qué te has tirado al suelo?
-Porque vosotros os habíais tirados y no quería que me regañase. En el cuartel em dijo que hiciese lo mismo que usted en todo momento y todo iría bien.
- ¿Pero qué gilipollez es esa? ¡Corre y tira a por él! ¿Te puedes creer lo que dice este imbécil Isengrim? - giró la cabeza y vio el cadáver de Isengrim con los ojos abiertos y los intestinos saliéndole por la espalda. -Mierda, este ya se ha muerto.
-Pero jefe es que ya se ha ido en el rato que hemos estado hablando.
- ¡Puta mierda! En fin, supongo que me toca morirme y eso.
-Creo que es lo que toca. ¿Jefe? ¿Jefe? ¿Jeeeefe? Vaya, se ha muerto de verdad. Bueno, yo me voy a casa.
Y así es cómo Iorveth se fue a su casa y le contó la gran leyenda de los guardias del camino a sus familiares y a la gente de la taberna, y desde entonces se conoce ese día como el día en el que Iorveth recibió una torta tan grande de su madre que literalmente se les quitó la tontería a ostias. Por otro lado, Bronn consiguió llegar al final del camino y entregó las herramientas, emborrachándose de tal manera durante la celebración por la noche que se manchó los pantalones con sus defecaciones y tuvo que esperar tres días usando un abril como ropa, ya que una mina enana es el peor lugar para lavar la ropa.



sábado, 22 de abril de 2017

Diario del sheriff de Árboles Negros

Día 1, 14 de Junio del 1014:
¡Maldita sea el momento en el que decidí abrir la boca! Mi mujer siempre me decía que beber tanto me pasaría factura algún día, nunca le hago caso pero por fin ha sucedido. Nos han mandado a todo mi destacamento a actuar como la guardia del puesto fronterizo de la villa. ¿Para qué demonios quieren que vigilemos esta zona? Está alejada de la mano de Dios y ningún imbécil del sur se atrevería a cruzar las montañas para pasar por aquí. En fin, hemos montado un campamento provisional mientras montamos el fuerte principal. Los aldeanos de por aquí son bastante pobres, así que seguramente trabajarán por un par de florines al mes. Ojalá el mariscal me perdone pronto. Voy a ir a dormir, pero antes le escribiré alguna carta a María, para que sepa que me acuerdo de ella.

Día 3:
Ya hemos comenzado a talar los árboles para la construcción del fuerte. Los árboles de por aquí son bastante altos y resistentes, servirán de una muralla perfecta, mientras que los más bajos los usaremos para las casas comunales y para mis aposentos propios. Los campesinos aceptaron sin protestar la suma que le ofrecimos: tres florines por semana y dos cuencos de sopa de cerdo y trigo por día . Muchos de ellos incluso nos dieron las gracias por ser tan generosos. Putos imbéciles.

Día 6:
A pesar de los pocos días que llevo aquí ya empiezo a notar molestia. Hay chinches en nuestras camas, la comida está insulsa, y en vez de poder beber un buen vaso de vino antes de dormir tengo que conformarme con este agua de charco que se atreven a llamar cerveza. Los aldeanos todavía trabajan duro y el ánimo no ha decaído. ¿Cómo pueden vivir aquí durante toda su vida? Echo de menos mi casa y poder vislumbrar el sol nilfgaardiano al levantarme. Espero que le llegue la carta a mi mujer pronto.

Día 8:
Los campesinos han intentado escabullirse hoy. Les hemos cogido y les hemos preguntado qué demonios hacían. Los muy imbéciles han dicho que hoy era una noche con demasiada humedad, que debían guardar los cerdos o algo por el estilo o sinos e los comerían las bestias. Les hemos dicho que era una estupidez y que volviesen al trabajo. He mandado a uno de los reclutas a avisar a las mujeres y ha vuelto. Ha vuelto con una sonrisa de oreja a oreja, me pone de los nervios que esté tan contento en este sitio de mierda. Creo que le apodaré Sonrisas, para que haya bastantes risas en el campamento.

Día 16:
Hoy se han intentado escabullir otra vez los aldeanos con al escusa de la noche húmeda. Les he pegado una buena buena patada en sus traseros y han vuelto al trabajo. Ni siquiera he mandado a un recluta esta vez, ¿qué clase de bestia sólo ataca en noches húmedas?. Sus mujeres son los suficientemente listas como para saber qué hacer si así fuera. ¡Por la sangre del emperador qué ganas tengo de una buena copa de vino! ¿Es que todavía no ha llegado mi carta?

Día 17:
Hoy han venido a quejarse en masa. Hemos tenido que reducir a algunos cuantos aldeanos para que por fin dejasen de gritar y hablasen. Parece ser que algo ha matado a los cerdos. Los llaman duendecillos. He ido personalmente a ver los cadáveres para ver si era verdad. En efecto, estaban muertos, pero los mordiscos eran extraños. Tenían tres dos dientes igual que las marcas de garra. He visto una horca cercana a uno de los graneros y he comprobado la longitud y la forma, son casi idénticos. Seguramente querían que les pagásemos por los cerdos ya que no mandé a alguien y ahora querrán que les demos suministros de la capital y una compensación. Les he dicho que lo investigaríamos, pero este caso lo vamos a dejar guardado en un cajón. Ha sido un día agotador, ni siquiera me voy a preocupar por la imbécil de mi mujer.

Día 25:
El fuerte ya está montado casi completamente. Los campesinos nos han pedido que les dejemos tranquilos pronto, ya que la recogida de la cosecha se acerca. Les he dicho que trabajarán hasta que el fuerte esté completo y no se irán antes de ello. He podido notar sus miradas de odio, pero si yo estoy jodido por culpa de esta mierda de villa que lo estén ellos también. Seguramente ya haya llegado la carta, así que no seguiré mucho más tiempo aquí.

Día 28:
Por fin hemos acabado el fuerte. Es magnífico, y refleja la solemnidad del imperio. Seguro que si digo estas palabras cuando llegue el mariscal, se le olvidarán mis palabras y me dejará volver a la capital. Los aldeanos se han ido a altas horas de la noche para terminar el fuerte, y en vez de ir a dormir se han ido a recoger la cosecha. Los pequeños problemas de los pobres, ¿qué más dará qué día recojan la cosecha si la van a recoger de todos modos? En fin, me tomaré un buen vaso de cerveza antes de irme a dormir. Es curioso, pero desde que tengo confianza de que me iré pronto, me sabe mejor.

Día 32:
Ha vuelto a haber problemas en la villa, la cosecha no ha sido tan buena como esperaban y no hay suficiente para todos. Hemos puesto a tres soldados, incluyendo a Sonrisas, a vigilar la plaza y que no haya más altercados. Es una pena que no tengan provisiones como nosotros la verdad, pero debo guardarlas para el viaje de vuelta, cuando ya no tenga que saber de ellos.

Día 35:
¡Menudo chollo que la cosecha haya sido escasa! Con unos precios tan bajos mis soldados y yo estamos sacando tajada de donde podemos. Cada noche tengo una muchacha joven distinta entre las piernas, y sólo cobran un florin, sin importarles lo rascado que esté. Sonrisas me ha interrumpido tras una de mis sesiones con una de ellas. Tenía la cabeza sangrando de una pedrada que le habían lanzado, pero aun así seguía sonriendo. Me ha molestado tanto que lo he mandado a tomar represalias y que me dejas en paz. El mariscal tarda bastante tiempo en venir, espero que no haya habido ningún problema

Día 40:
Ha habido un incendio en el fuerte. Hemos conseguido salvar la mayoría la vida pero ha quedado reducido a cenizas. Me han dicho que la causa ha sido una hoguera a apagar, pero creo que algún campesino nos la ha jugado. Puedo notar sus caras de odio cuando he dicho que tomaríamos medidas con respecto a esto. Tenemos que volver a las tienduchas de antes, pero para que no baje la moral en los barracones hemos contratado más mujeres. Ya ni siquiera quieren oro, sino comida. Me estoy poniendo nervioso, creo que mandaré una paloma mensajera al mariscal para preguntar qué pasa.

Día 45:
La situación se está yendo de las manos. Hoy han muerto cuatro de mis soldados, los hemos encontrado en un barranco sin brazos ni piernas. Las armaduras estaban perforadas con las mismas heridas que tenían los cerdos, ¿y si de verdad eran bestias y todo esto ha sido mi culpa por no creer a los campesinos? He hablado en mitad de plaza diciendo que investigaríamos estos asesinatos. Están tan delgados que se puede ver hasta el último de sus huesos a través de la piel. Uno con los ojos azules me ha lanzado una piedra mientras gritaba que éramos unos inútiles, la he esquivado y he mandado colgarle por ataque a un miembro del ejército imperial. Si todo va bien, una paloma llegará mañana, espero que vengan a por mí pronto.

Día 46:
¿Me está tomando el pelo ese calvo hijo de puta? ¿Cómo que mi mujer sólo habló con él una vez y no cambió su opinión? ¿Cómo que debo seguir en mi puesto? ¿En serio esa puta no se atrevió a insistir? ¡La muy estúpida sabe que el mariscal está deseoso de montárselo con ella, no creo que se muera por subirse las faldas un poco! Joder, hoy nos hemos encontrado la cabeza de Sonrisas en el bosque, con las mismas marcas. Lo peor de todo es que el mismo hombre que colgué hace unos días estaba desmembrado este mismo día, ¿habrán sido las bestias?. Tengo miedo, mañana cogeré un caballo y huiré por la noche a mi villa. Las únicas que viven ahí son mi mujer y mi criada, que se atrevan a hablar si saben lo que les conviene

Día 47:
Nos tienen rodeados. Estamos perdidos, los aldeanos se han vuelto locos y han comenzado a atacar a mis soldados con horcas de dos puntas. ¡Mierda, tenía razón, esos hijos de puta nos han estado matando poco a poco! He intentado luchar con ellos, pero una piedra ha salido de un arco y se ha clavado en mi muslo. No puedo huir, así que escribo estas palabras para que sepan lo que les espera a los refuerzos que vengan. ¡Joder, joder, voy a morir simplemente por llamar gordo a un hombre cuando estaba borracho! Puedo oír los gritos de horror de mis hombres. Que se sepa que defendí mu puesto hasta la muerte, y ojalá mi mujer, la puritana, se pudra en el infierno, que sepa que su marido murió por su culpa.


lunes, 10 de abril de 2017

Borrador: Un regalo de bodas peculiar

               "No lleva ni tres horas muerto" se dijo al encontrarse el cadáver de un hombre de mediana edad en mitad del bosque. John bajó del caballo un poco a regañadientes, llegaba tarde a la boda de su hermana y estaba de bastante mal humor por ello. El camarlengo le había realizar una ronda por las tierras extra a pesar de haberle informado del compromiso que tenía; y, para colmo, por culpa de la falta de tiempo y los gustos exóticos y extravagantes de su hermana no había encontrado un regalo que pudiese gustarle en ningún lugar; por lo que tener que añadir una examinación de un cadáver no sólo pudo acrecentar su enfado.
               No había llovido desde hacía cuatro semanas, así que ni se molestó en buscar huellas. Se agachó frente a la cara del muerto y comenzó a revisarlo." Las ropas son de campesino: la camisa y los pantalones están roídos, su bufanda parece que se va a deshilachar con el mero hecho de estornudar cerca, su cinturón no es nada más que un trozo de cuerda y las botas están cubiertas de excremento hasta los tobillos, por lo que podemos obviar un robo. Está pálido y posee varias postulas en la cara. Podría pensar que se trata de viruela o incluso falta de alimentos o consumo de ellos en mal estado, pero el pelo tiene un color rojizo fuerte y es abundante, si hubiese sido esto habría perdido gran cantidad de este, pero ni siquiera tiene entradas. ¿Veneno tal vez?", agarró con sus dedos enguantados la boca del individuo y miró debajo de la lengua "Tampoco ha sido, estos síntomas suelen ser de venenos con base de plomo, pero no hay material residual bajo la lengua. Curioso, la cavidad bucal tiene un color parcialmente gris, es posible que tuviese pérdida de sangre". Levantó un poco el cuerpo y le quitó la camisa y la bufanda. "No hay marcas de mordiscos grandes así que podemos obviar ataques de katakanes o chupa sangres similares, tampoco hay en el cuello así que tampoco fue una alpa, tampoco tiene cortes en estómago o espalda así que no pudo ser por heridas anteriores. Por no tener no tiene ni marcas se sanguijuelas". Levantó la parte inferior del cuerpo para quitarle los pantalones. "Las piernas tampoco tienen ningún tipo de herida, salvo rojez en las ingles. El miembro está hinchado y desprende un olor bastante fuerte y las gónadas están sudadas" La expresión de desagrado que puso mientras realizaba la última parte del examen hubiera sido reconocible en cualquier plaza de ciudad bastante concurrida el día de la feria del cordero. "La única opción que se me ocurre es el ataque de un súcubo, de ahí la falta de sangre y el hecho de que hubiera tenido relaciones hace poco. Seguramente usaban este sitio para juntarse, pero esta vez se tuvo que pasar al absorber energía y lo dejó seco en mitad del bosque. Normalmente suelen bañarse frecuentemente tras estar en contacto con un humano y si la memoria no me falla hay un lago a un par de pasos de aquí". Se levantó, limpió el barro que habían agarrado sus rodillas, ató el caballo a una raíz robusta y sacó su espada envainada de la alforja.
               El viaje fue corto hasta que encontró el lago. Era bastante pequeño y casi no tenía algas en su interior, lo que dejaba un agua cristalina y hermosa que reflejaba unos colores hermosos cuando un rayo de luz escapaba entre las nubes hacia su superficie. En mitad del lago había una figura, una mujer desnuda, o al menos algo que se le parecía. Tenía pecas y su cara alargada parecía tallada en mármol, salvo los labios que eran de un intenso rojo rubí y se entonaban en una curva que invitaban al beso. Sus manos jugueteaban con una melena castaña y rizada que llegaba hasta los pechos, perfectos y grandes, con unos tímidos pezones rosados y salidos hacia fuera los cuales daban ganas de morder  y juguetear con ellos. Su figura era esbelta y con una curva perfecta que acababa en un trasero que no quedaba segundo con ninguna otra parte de su cuerpo. Era una mujer perfecta, de no haber sido por sus piernas acabadas en pezuñas y su cornamenta que se alzaba en su cabeza. La figura giró un poco la cabeza y entonó una sonrisa:
               -Qué hermoso caballero me espía- se giró y bajó los brazos, haciendo que su busto resaltase mientras andaba -, ¿no va contra vuestro código espiar a pobres doncellas mientras muestran su naturaleza? A mí no me importa, es más, puedes unirte si quieres.
               -Gracias por la invitación, pero debo pasar por esta vez.
               -¿Estás seguro? - cada vez se acercaba más a John, se encontraba a unos tres metros de la orilla - quizás no te has fijado en mis atributos -se encontraba ya frente a la orilla, posó las manos en la orilla y acercó los brazos-, ¿ahora lo ves mejor de cerca?
               -Repito, no estoy interesado- a pesar de decir esas palabras, la entrepierna de John estaba bastante animada, pero la súcubo fue incapaz de notarlo debido a la coquilla de metal que acompañaba la armadura ceremonial de John, compuesta por unas perneras y coquilla de acero abrillantadas, unos guanteletes con grabados de flores, y un gambesón púrpura con cosidos en forma de dado que cubrían una cota de malla blanca. El conjunto también estaba acompañado de un yelmo de pico con emplumado blanco como acabado, pero lo había dejado junto a su caballo para que no se ensuciase hasta la boda -. He venido hasta aquí por el cuerpo.
               -Oh, eso- giró los ojos hacia arriba en un gesto de aburrimiento, se levantó y dio media vuelta-, ¿qué pasa con eso?
               -Has matado a un hombre, sólo quiero preguntar el por qué antes de hacer algo irremediable.
               -Lo hice para defenderme -se llevó las manos a la parte trasera de la nuca y arqueó el cuerpo, aun sin intentar seducir al hombre que la interrogaba, sus gestos sencillos conseguían desprender una naturaleza de seducción-, ya nos habíamos encontrado unas cuantas veces. Nos acostábamos encima de la tierra seca y la ablandábamos como bien podíamos. Era bastante bueno y me hizo gritar alguna que otra vez, sabía que no era un buen hombre, me contaba a qué se dedicaba cuando acababa su trabajo en los establos: juego, ventas, extorsión... A mí no me importaba ya que sólo quería pasármelo bien, pero hoy se pasó. Apareció enfrente de la entrada a mi cueva a pesar de que no habíamos quedado. Tenía los ojos inyectados en sangre y olía a  vino. Me dijo que se quería acostar conmigo, y cuándo le dijo que no, amenazó con contarle a la gente del pueblo donde vivía. Tenía bastante miedo- se giró agachando la cabeza, una lágrima caía por su mejilla-, me lo llevé a nuestro sitio y empezamos a hacerlo. Normalmente tomo la energía suficiente para no matar a alguien, se suelen sentir como si hubieran corrido una larga distancia, pero esta vez decidí absorber más, hasta que dejó de moverse. Le vestí para que no descubriesen que había sido yo y vine hacia aquí -miró a los ojos a John y puso una mano a su espalda-, ¿vas a matarme?
               -Sí.
               -¿Es que acaso no me crees?- puso una expresión triste mientras se llevaba la palma al pecho.
               - No, no te creo - alzó la vaina y sacó un sable. Lo levantó y puso la hoja paralela al suelo, apuntando al súcubo. La hoja tenía una tonalidad grisácea que imitaba al humo, el cuerpo era bastante ancho pero no demasiado grueso, y el filo llegaba hasta la guarda, mostrando un patrón de olas. La guarda era simple, pero cubría en su totalidad la mano derecha del portador mediante intrínsecos filamentos de acero, equilibrando la hoja gracias a un pomo redondeado con el grabado de la cabeza de una grulla-. El cadáver había tenido relaciones sí, pero no desprendía olor a alcohol -dio un par de pasos alrededor del cuerpo desnudo del súcubo sin bajar la hoja-, tampoco tenía los ojos inyectados en sangre, y, a pesar de todo el tiempo que pasó, todavía deberían seguir siendo de este color. Y, lo más importante...
               -¿Lo más importante?
               - Lo más importante es que has estado haciendo símbolos con esa mano a la espalda, ¿me equivoco?
               La súcubo sonrío a la vez que mostraba su mano. El dedo índice estaba doblado mientras el pulgar y el anular se juntaban. Era una posición de liberación, no de absorción - Eres bastante listo caballero. Cualquier imbécil se hubiera tragado la historia y se hubiera girado con la moraleja de que no todos los monstruos son malvados antes de llevarse una buena bola de fuego a la espalda - giró el cuerpo dejando la mano que estaba realizando el símbolo alejada de John. Abrió la palma y comenzaron a surgir pequeños destellos en ella, que poco a poco fueron crecieron hasta convertirse en llamas. Comenzó a hablar en un tono burlesco- Caballero, me habéis caído bien y te puedo dejar marchar si  olvidáis lo que ha pasado hoy. Quién sabe, a lo mejor la próxima vez eres el que caliente mis piernas.
               Jon sonrió mientras bajaba la hoja- En primer lugar no soy caballero, sino mercenario, así que no hace falta que me ofrezcas un trato tan bueno. Y segundo - giró la hoja hasta dejar el filo apuntando al súcubo- será muy difícil que haga eso una vez acabe contigo.

               Se oyó una fuerte explosión seguida de una cortina de humo que cubrió todo el lago. Cuando desapareció había sólo una figura de pie. Era una figura con la cara llena de sangre, y sostenía una espada que de un tajo ascendente había rebanado la cabeza del monstruo. El cuerpo que hace poco hubiera levantado el deseo a cualquier hombre se encontraba en el suelo tendido, y los cabellos que hace poco habían sido lavados, se encontraban en parte cortados y ensangrentados. John había conseguido esquivar la bola de fuego, pero había dado en un árbol cercano y la onda resultante había hecho pequeñas quemaduras en la parte trasera del gambesón. Maldijo durante un momento hasta que se puso a reflexionar. Por fin había encontrado un buen regalo a su hermana, una cornamenta de súcubo para adornar la entrada a su casa y protegerles del peligro.  

jueves, 15 de septiembre de 2016

Gloria

Por fin, tras dos semanas en el mar con la única compañía de las olas y el yunque de Thor, desembarcamos en las playas de arena negra. Por fin conseguiremos alcanzar nuestra gloria.

El druida nos señala una zona rocosa para que encendamos un fuego para el caldero y nos cambiemos. Mis hermanos y yo olemos a sudor y sal, nuestra piel pica y los ojos sólo quieren cerrarse. Pero todos sabemos lo que nos viene encima, y no podríamos estar más felices por ello.

Finalmente nos desnudamos todos y nos sentamos alrededor del caldero. El druida empieza a llenar el caldero con agua, sal y especias. Finalmente, lanza dentro las setas mientras pronuncia una palabras sagradas. Son antiguas, casi tan antiguas como la tierra sobre la que nos sentamos ahora, son las palabras de los dioses que nos otorgarán la fuerza que necesitamos. El caldero termina de burbujear, señalando el final del rito, y todos bebemos un cuerno del brebaje mientras el druida comienza a repartir las pieles. Tras el último viaje, el druida decidió que era el nuevo propietario de la piel de lobo negro; se supone que este gran honor sólo se lo dan a los más fuertes de nuestro grupo, y mientras la recibo me río de que la lleve un guerrero con los bigotes ya blancos. Cuando termino de colocarme la piel, la espuma empieza llenarme la boca. El brebaje tiene efectos desagradables al principio: me mareo, la cabeza me da vueltas y sólo veo fantasmas horrendos que intentan acabarme. Pero cuando pasan, tan sólo queda una furia implacable. El druida sonríe al vernos a todos en ese estado y nos da nuestras armas, armas que han pasado de miembro a miembro desde que descubrimos el regalo de los dioses y cubiertas por runas cuyo significados e ha perdido en el tiempo. estamos listos para marchar.

Por fin alcanzamos nuestro destino. Para lo que muchos sería un simple pueblo alejado de la civilización, está a rebosar de reliquias con las que hacernos. Salvo por un puñado de soldados rondando el pueblo, no hay demasiado ajetreo. Hoy es el día de Sunna, seguramente la mayoría de la gente estará en el edificio del tejado alto. Los muy imbéciles vana  descubrir lo que es enfrentarse a nosotros, los dioses están con nosotros.

Avanzamos en carga hacia el pueblo. En cuanto oyen nuestro grito de batalla, los soldados que había dentro del edificio salen. Son más de los que esperábamos, pero no podrán pararnos. El primer soldado con el que me encuentro es un homúnculo cubierto de hierro salvo el cuello. Me lanza un corte con su espada, pero con una simple finta lo esquivo y le corto el cuello con un simple movimiento con mi hacha. La cabeza tiene una expresión de puro terror incluso al caer al suelo, pero no me puedo parar a recogerla, uno de sus compañeros avanza hacia mí por la espalda. No hace falta ni que me gire, mi hermano le ha ensartado con su lanza, y demostrando su fuerza la levanta hacia al cielo con el cuerpo clavado, la sangre cae del frío acero y baña con ella el rostro de mi hermano.

Sigo adelante, acabando con cada adversario que me encuentro. Uno tras otro mis cortes no cesan inflando de terror a mis enemigos. Me detengo un momento y veo en la lejanía uno de los pocos guerreros que queda con vida. Su escudo está raído y sólo usa como protección un gambesón y un casco de hierro, pero hay dos cadáveres en sus pies que pertenecen a mis hermanos.

Avanzo hacia él pero me detengo un momento en el camino. La espalda me duele y noto como empieza a humedecerse: me han clavado una flecha. No me puedo creer que no me haya fijado en ello antes, epro ya no importa, debo enfrentarme a él para vengarlos, cueste lo que cueste.

Vuelvo a la carga, y lanzo un hachazo contra él. Ha conseguido desviarlo con el escudo, y pago el error que he cometido recibiendo una estocada de su espada corte. Ha sido profundo pero no ha llegado una zona importante. La sangre empieza brotar de la herida y dejan mi pezón colgando por un hilo de carne. No debo subestimarlo.

Sigo cargando, lanzando hachazo tras hachazo contra su escudo. Si ha conseguido desviar el anterior golpe, le romperé el brazo a base de golpes. Solo pienso en atacarle y acabar con él pero vuelvo a cometer otro error, me ha alcanzado otro flechazo en el muslo. Tengo que retroceder un momento, la vista se vuelve borrosa y cada vez que respiro mi cuerpo quiere caer como un árbol cortado. Pero no puedo huir, no ahora, debo seguir luchando.

Rompo la flecha y la arranco de mi muslo, volviendo a levantarme para atacar al guerrero. Continúo golpeando su escudo y noto como se ablando su defensa. Me lanza un corte ascendente con su espada y aprovecho ese error para arrancarle el escudo con el hacha. Está expuesto, y consigo darle el corte de gracia cortándolo con todas mis fuerzas.

Por fin me detengo para ver el resultado de la batalla. Los condenados arqueros han muerto gracias a las lanza de mis hermanos y el resto con la fuerza de nuestras hachas. De los ocho que íbamos en el barcolongo, sólo quedamos dos y el druida. Cuando me dirijo hacia ellos para recoger todo el tesoro, me desplomo al suelo.

No puedo levantarme, mi cuerpo pesa demasiado, y la tierra que me rodea toma un tono rojo. Intento gritar pero se me atraganta el aire que entra por mi boca, y por fin las veo. Con sus cabellos dorados cubren mis heridas y cambian mi piel sucia por túnicas de jabalíes grises. Han venido a por mi, es mi hora, que destino tan glorioso he tenido

sábado, 21 de mayo de 2016

Borrador: Bosque de rojo y acero

Llevaba tres horas deambulando por el bosque buscando la salida, y no había peor forma de acabar con la monotonía que encontrarse el cadáver de un monstruo gigante en medio del camino. Los zarpazos o mordiscos no le preocupaban si los encontraba en un cadáver, una bestia puede morir fácilmente con un filo afilado o un poco de plata si su naturaleza es extraña para este mundo; pero los flechazos no, los flechazos significan hombres o elfos, y por su experiencia, prefería tirarse desnudo a un barreño lleno de kikimoras hambrientas antes que dejar a unos bandidos decidir su destino. No había ser con mayor capacidad de odio a algo diferente que un humano.
Ni la carne ni la piel, solo el hocico y las garras era lo que le faltaba a la pobre criatura. Cierto era que debido a la falta de monstruos, los hechiceros y druidas de los alrededores le habían pedido al señor de las tierras que prohibiese su caza. Preservación de la naturaleza,decían aquellos ilustres ignorantes, pero por su experiencia sabía que la razón era otra muy obvia. Las prohibiciones sólo indicaban la necesidad de demanda en los mercados negros, llevando así al aumento de inútiles intentando sacar tajada siempre que podían y con el menor trabajo posible.
-Esto no está bien- dijo Gowno mientras examinaba el cuerpo por segunda vez- no lo han destripado ni le han cortado la cola, si no hago algo con el cuerpo la sangre podría mezclarse con el aire y dejar esta zona maldita... podría enterrarlo, pero siempre podría desenterrarlo alguien pensando que es algo de valor, y tirarlo a la ría dará el mismo resultado... lo mejor será que lo queme y llame a un especialista para que termine el trabajo cuanto antes.
Cuando terminó de ver que no tenía ninguna herida que pudiese contener veneno o alguna marca extraña, abrió su bolsa y comenzó a buscar los ingredientes que necesitaba: yesca, azufre, plumas de cuervo, polvo de plata, raíz de sauce y hojas de roble. Con eso valdría para quemar el cuerpo y calmar cualquier tipo de maldición que la bestia pudiese provocar.
Tras prepararlo todo y agacharse para empezar el fuego, un silbido desvió su atención hacia su espalda. Se agachó y rodó a la derecha, girando a la vez que se incorporaba para buscar la dirección desde la que habían lanzado la flecha. Un segundo silbido le llegó a sus oídos, pudiendo esquivarla con cierta facilidad. Una tercera se le acercó, y por tercera vez la pudo esquivar. La cuarta tuvo más suerte que sus hermanas y le rozó la mejilla, dejando una cortina de sangre en su cara. "Genial, otra cicatriz para la colección" dijo para sus adentros Gowno.
-¡Podemos seguir así todo el día!- dijo tras ocultarse tras el tronco de un árbol cercano-A vosotros se os acabarán las flechas, pero yo seguiré de pie. Si queréis algo de mí, ¡salid y cogedlo!
Los arbustos empezaron a  moverse. Cinco hombres salieron de ellos, dejando ver rostros vanidosos marcados por la viruela y otras enfermedades.
-!Mirad chicos, nuestra presa quiere enfrentarse a nosotros¡- dijo el hombre de más a la derecha. Era calvo y bajito, pero sus brazos eran grandes como muslos de caballo. Llevaba un abrigo rojo con remaches dorados en los botones, botas de cuero de cabra, y portaba un mandoble  a su espalda que casi tocaba el suelo, con un pomo plateado de una cabeza de lince rugiendo. Parecía el jefe por su forma de moverse mientras hablaba, como si fuese de su propiedad el suelo que pisaba.-¿Que te crees basura?¿Piensas que podrás acabar contra nosotros cinco?Ja, no me hagas reír, te mataremos antes de que nos toques un solo pelo y después tiraremos tu cadáver desnudo al río-empezó a desenvainar la espada. Pudo observar que la hoja era nueva y brillante salvo por el filo cubierto de sangre, con inscripciones élficas en el canal para la sangre. Debió haberla robado, o por lo menos, no parecía tan inteligente como para comprenderlas.
-Por lo menos en tu caso será difícil tocarte el pelo. Tendría que acercarme demasiado y aun así me costará buscar alguno
-¡Maldita basura!¡Prepárate!
-Jefe, no lo haga-dijo el del centro con miedo. Su rostro estaba sudoroso y cubierta con granos. Su camisa estaba roída y sucia, y su arco tenía la cuerda desgastada y la madera había pasado momentos mejores- este tipo es un maldito mutante. Mírele los ojos, son amarillos y la pupila es gatuna. ¡Seguro que es alguno de los que sobrevivió al ataque el otro año!Pensé que los habíamos tirados a todos desde los torreones
-¡Mejor aún! Cuando lo matemos  nos podemos forrar vendiendo su corazón, y creo que a uno de los druidas de por aquí estaba interesado en comprar criadillas de mutados. Seguro que por lo menos podremos pasar viviendo en la riqueza
-Preferiría que no lo hicieras, me será muy difícil vivir sin esas partes, sobre todo la última. Son muy queridos para mí- tras decir esas palabras,desenvainó su espada y puso una ligera sonrisa en su boca- Aunque si queréis podéis intentarlo.
Los dos de la derecha se lanzaron hacia él espada en mano. Cuando estuvieron en rango, realizaron un arco con toda la fuerza que tenían, pero fallaron tras una cinta de Gowno. Rápidamente alzó la espada y cortó la manos del que estaba más cerca y, desde la posición baja de la espada atacó con un arco hacia la cara del otro, dejando una bonita brecha donde antes estaba la frente del bandido.
-Está más guapo así- dijo burlón Gowno
-Maldito- dijo el supuesto jefe mientras lanzaba a la lucha a sus dos hombres restantes
Podía esquivarlos y ver sus rostros de miedo fácilmente, no tenían fuerza en sus golpes  y la espada estaban demasiado restringidas en las manos de sus dueños. Seguramente eran granjeros que no tenían para comer y les ofrecieron esto, por lo menos explicaría como pudo esquivar las flechas de esos bandidos. Que pena, murieron por nada de un arco lateral de la espada de Gowno dejando sus tripas desperdigadas por el suelo.
-Espero que tu valgas la pena- dijo Gowno limpiando la sangre de su hoja cortando al aire en un golpe seco. Todo signo de vanidad y gracia se fueron de la cara del bajo, dejando solo un ceño fruncido y unos dientes apretados. Alzó el mandoble por encima de la cabeza y adelantó su pierna derecha poniendo una posición de veterano, quizás este si daría una buena pelea.
-!Maldito monstruo¡!Debimos haber acabado con todos vosotros hace años, cuando atacamos vuestro hogar¡!Debimos haberos arrancado de las manos de vuestras madres antes de que os entregasen a ese viejo decrépito y haberos tirado al río¡!Ojalá no existierais¡
-No soy un monstruo, pero sí sé que no hay ápice de maldad para este mundo en que acabe con tu vida.
Lanzó el calvo corte que Gowno desvió de un golpe. Rápidamente volvió a atacar de manera consecutiva, bloqueando los golpes con el acero desgastado. Se le acercó un tajo a la cabeza,esta vez tuvo que esquivar, cambiando la posición de la espada poniendo la guarda al lado de su cara. Corrió hacia el hombrecillo. El bandido atacó y otra vez lo esquivó, pero esta vez devolvió el golpe, siendo certero. El golpe le había llegado al riñón derecho
El hombrecillo se puso de rodillas, tirando la espada al suelo intentando taponar la herida. Gowno se levanto cogiendo la espada del otro y la puso en su cuello.
-¿Preferís morir por vuestra cuenta o el don de la  piedad?
-Yo jamás querré nada tuyo.-dijo arrodillado intentando no ahogarse con su sangre-Maldito engendro de la naturaleza. Déjame aquí y vete con tu complejo de héroe. Ojalá en el próximo pueblo te ahorquen y los cuervos se te coman.
Quitó la espada de su cuello y la vaina que llevaba atada a la espalda, guardando en ella el acero élfico. Su espada estaba ya muy desgastada tras tanta lucha y había encontrado un buen sustituto. Mientras el bandido seguía vivo, prendió por fin el cadáver del basilisco y se acercó por última vez en vida al hombrecillo
-Ahí te equivocas. Yo no soy un  héroe, sólo intento sobrevivir con mi propio criterio haciendo lo correcto. Además, los héroes viven para siempre, y eso es demasiado aburrido en mi opinión
Finalmente, cayó al suelo un cadáver pequeño y calvo, y Adrián prosiguió la marcha en busca de la salida de ese maldito bosque.




***

Ya no está dedicada











miércoles, 13 de abril de 2016

Borrador: La bebida en compañia sabe mejor

Todavía no, aún le falta un rato más.
La botella ya llevaba en el agua caliente dos minutos, pero no estaría en su punto justo para que el sake pasase a culminar su sabor hasta que no pasase tiempo suficiente. Sé paciente y serás recompensado se decía Shoji mientras observaba el vapor que salía de la olla. Llevaba mucho tiempo viajando y lo único que deseaba era poder tomarse una bebida deliciosa junto a su bol de sopa.
De repente la felicidad que sentía por tan insignificante recompensa se vio turbada por otro cliente. Estaba cuatro mesas delante de él y aun así podía oír sus gritos. Un tipo demasiado grande para ser de la región. Portaba ropa cara y arrugada con los emblemas manchados. Llevaba en el cinto una espada demasiado larga como para poder desenvainarla rápidamente, con la guarda formando cuatro pétalos redondos uniéndose en un anillo central. Seguramente se trataba de un ladrón, o de un noble que no recibió una lección de etiqueta en su vida. No estaba borracho o por lo menos no tenía la cara roja, su riña se debía a un precio excesivo en la bebida según el ruidoso cliente. Noble entonces.
-¡No me callaré!-dijo escupiendo con cada palabra que decía- ¡Tres de plata por una sola botella es excesivo!!Por ese precio puedo ir al burdel dos calles abajo y encima recibir un trato mejor!
-Pero señor, usted pidió el mejor que teníamos- dijo el posadero con gotas de sudor indicando el miedo que estaba pasando- y así lo hemos hecho. Lo hemos traído de la región oeste de la provincia, y la fermentación se ha hecho bajo las mejores condiciones de temperatura. Comprenda que no podamos cobrarlo a precio normal.
-!Pues me bajas el precio!¿Sabes quien soy yo?! Yo soy Yone Shukawa, antiguo señor de las llanuras rojas.
Shukawa, Shukawa... le sonaba. Había sido un antiguo clan muy respetable, pero debido a su mala administración y las invasiones de clanes enemigos cayó hace unos cuantos años. No se había equivocado con la predicción de su procedencia.
-Pero... así no tendríamos beneficios, ¿para qué si no tengo una posada? Y mis pobres hijas, no podrían ni comer...
-¿Qué prefieres, el dinero o tu vida? Aparte si te preocupan tanto tus hijas, véndemelas y yo cuidaré de ellas- dijo mientras se reía como el cerdo que era.
A la bebido todavía le faltaba un rato para calentarse por completo, y a la sopa el mismo tiempo para enfriarse lo suficiente para tomarla. Tenía tiempo suficiente.
-Yo prefiero que te calles- dijo Shoji sin mover la vista del caldero, negándole su rostro al noble al cubrirse con su sombrero de paja -, paga la cuenta y vete de aquí o tendremos problemas.
-Vuelve a hablarme así mierdecilla y te abriré en canal.
-Un simple perro rabioso no puedo matar al oso que duerme- levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos, le perforó con su mirada y vio como retrocedía. Tenía la ventaja.
-¡Cállate,!-dijo rabioso el cliente mientras desenvainaba la espada, en el tiempo que tardó podría haberle golpeado varias veces-¡Prepárate para morir!
-No quiero pelear contigo, vete y no habrá problemas.
-Es una pena- dijo riéndose- porque yo sí que los quiero.
-No me dejas otra opción- un soplido de cansancio se le escapó de los labios- por lo menos no aquí dentro, no querrás deberle más dinero al tabernero. Sal conmigo.
-no te preocupes, cuando acabe contigo, la cuenta la pagaré con lo que tengas encima.
En sol estaba en su máximo esplendor. El momento perfecto para pelear de manera igualada. Mantenía la espada todavía en la vaina.
-Si eres tan tozudo como para no haberte retirado aún-dijo mientras tiraba su sombrero al suelo, dejando al descubierta una coleta negra azabache que le caía por el hombro- me toca acabar contigo
-¡Inténtalo!-levantó al espada y se colocó en guardia alta.
-Finalmente desenvainó la espada. Denotaba un brillo azulado la hoja, a la vez que el filo recordaba el movimiento de las olas tranquilas. Agarro la espada en posición de guardia baja con la mano derecha, apoyando la palma izquierda en el pomo.
Se oyó una cigarra silbar, y el noble se movió junto a ese sonido. Espera, se decía Shoji, todavía esta demasiado lejos. Se repetía eso con cada paso que daba el gran hombre: aún no, demasiado pronto, demasiado lejos... hasta que estuvo a cuatro pasos. Si hubiese aguantado más la longitud de la espada de su adversario le hubiera cortado sin tener oportunidad de cortarle. Esquivó el men que le lanzó su enemigo desplazándose hacia la derecha, rozándole el pelo la espada al bajar. Volvió a  atacar el noble, esquivando cada golpe manteniéndose cerca de la espada. Quien no fuese un experto pensaría que le había cortado en todos sus intentos, pero siempre fallaba. Uno tras otro, sus ataques se iban haciendo más lentos. Intentó subir la espada para volver a atacar, pero un do derecho directo le dejó en el sitio con los brazos a medio alzar. Le había llegado hasta el diafragma el corte. No sobrevivía, mejor darle el don de la piedad, pensó Shoji mientras le cortaba la garganta con un tajo preciso.
Tras eso, sólo quedó un cuerpo inerte en el suelo, con los ojos antaño llenos de furia completamente vacíos. Shoji se acercó al tabernero, entregándole una bolsa llena de monedas.
-tenga, por las molestias, será mejor que me vaya.
-¿Y a se marcha? ¿Que pasa con su orden?
-No se preocupe, dijo mientras recogía el sombrero del suelo- ya no tengo hambre

martes, 29 de marzo de 2016

Borrador :Historia corta:Una mala novatada

¿Por qué no escogí limpiar las letrinas de los barracones? Me lo ofrecieron, con una sonrisa en la cara y con la intención de fastidiar en todo lo posible esa tarea, pero lo hubiera elegido mil veces a esto.

Cuando te ofreces a ser miembro del pelotón de los Halcones sabes que tienes que estar preparado para todo y que tus compañeros no te lo van a poner fácil. He pasado años de entrenamiento en los que el cuero de mi bastarda se ha despegado del acero y la piel de mi carne. He sufrido palizas y burlas para, según decían mis compañeros, fortalecer mi carácter y mi cuerpo, aunque creo que era para hacer algo más divertido que estar todo el día de descanso tumbado en la cama. He sido robado y manipulado  para todo tipo de acciones. Y aunque no es lo peor, también he tenido que tomar durante más de tres años el peor estofado que en vez de ternera parecía que fuese de kikimora cocinado por nuestro chef Ojo Suelto. No preguntes, pero lo único que dice es que fue en la taberna que hay tres aldeas al norte, y aun así me comería todo un barril de fermentación lleno de esa porquería antes de seguir aquí un segundo más.

Por si no lo sabes y encuentras esta señal en el bosque, te contaré lo que me ha ocurrido; para que comprendas por qué junto a  ella hay un montón de huesos digeridos. Como último año de entrenamiento; me quedaba una única tarea para recibir la cota de malla blanca: la puñetera prueba de los nuestros. Suelen darte a elegir dos pruebas, una para demostrar tus habilidades o una para joderte todo lo que puedan. Por supuesto, elegí demostrar que valgo la pena, si no puedo enseñar que valgo la pena, entonces para que demonios he entrenado durante tanto tiempo. En fin, me encomendaron que pasase toda una noche en el bosque con un sólo estilete y un par de monedas para colocarlas en el camino. Hasta ahí todo normal, pero me podrían haber avisado los del pelotón o el heraldo del pueblo de que había cerca un puto grifo.

¿Quien no se da cuenta de que hay suelto un grifo? No son como una kikimora o un zeugel que son pequeños y se pueden ocultar en setos o en aguas estancadas. Estamos hablando de un jodido león gigante con alas y pico, ¡por el amor de dios ! Y si por lo menos tuviese mi puñal de plata podría hacer algo. Un grifo sólo se puede matar con plata o con magia, y el único hechizo que conozco es con el que te estarás partiendo el culo con mi desgracia, y porque se lo gané a un hechicero en una partida de cartas. Parece estúpido, pero más estúpido es que el rey nos cortase el presupuesto de entrenamiento y el archimahgo de la capital ya no venga a entrenar a los cadetes en este arte. Claro, el comandante se tiene que pagar para tirarse a una elfa silbante cada noche pero luego no hay dinero para que podamos aprender lo que él llama 'conocimientos sucios e innecesario'.Mierda para él y los suyos.

Estoy escondido debajo de unas raíces de roble y tardará en olerme, pero en cuanto salga corriendo me atrapará en la llanura y me arrancará cada trozo de carne del cuerpo. Y no rápido no, con sarna, jugueteando con mis higadillos mientras yo sigo vivo retorciéndome de dolor. Lo único que se me ha ocurrido son las monedas que me dieron para marcar el camino. Son de plata, y forjadas como han querido en verdad. He conseguido partirlas y hacer pequeños pinchos con ellas, los suficientes para rodear por completo mis puños. Esta señal sólo se acabará cuando muera o cuando vuelva a hacer el símbolo con mis manos, y si se va a quedar aquí prefiero que oigas mis pensamientos cuando muera, por lo menos sentiré consuelo.

Acabo de salir a la llanura y ya puedo ver al monstruo volando, debe medir tres metros de largo y dos de alto. Sus garras negras están afiladas y sus patas tienen pinta de poder desgarrarme por la mitad sin el menor esfuerzo. Lo peor de todo es el pico, no puedo distinguir su color debido a la mancha roja y húmeda que lo rodea. Mierda, si ha comido jugueteará mucho más de lo que pensaba, ¡maldita sea mi suerte! Le grito, intentando contener mis intestinos para que no me jueguen una mala pasada cuando veo a la bestia caer en picado. No llevar armadura me ha servido de lago, pues consigo esquivar el golpe a tiempo. Acaba de levantar la cabeza y me mira directamente a los ojos. Tengo ganas de vomitar y volver al cuartel, pero debo olvidar esos pensamientos si quiero sobrevivir. Se lanza contra mí propiciando un zarpazo, pero consigo volver a esquivarlo al tirarme al suelo. Me agarro a una de sus alas y comienzo a golpearla con los pequeños pinchos todo lo que pueda. !Está funcionando¡ ¡No me lo creo, está funcionando! Puedo ver como gotea la sangre entre las plumas de sus gigantes alas, así no podrá huir volando y conseguiré que no me ataque desde el aire. Intentaría correr ahora que está herido, pero sé que aunque fuese más rápido de lo que he ido nunca me alcanzaría de todos modos. Sus ojos están inyectados en sangre y no puede siquiera aguantarme la mirada sin atacarme. Me propicia zarpazos de un lado a otro, y sólo consigo esquivarlos con suerte, llevándome alguno que otro sin profundidad sin que me propicie demasiado daño. Por fin em ha acertado un zarpazo profundo. Siento como la carne se desgarra y noto el calor de mi sangre llenándome el pecho. Quema y a la vez siento fría en todo el cuerpo, como reciba un golpe más me convertiré en mierda de grifo en un par de horas. No me deja descansar el maldito bicho y esta vez lanza un mordisco. Es mi oportunidad, todo o nada.

Recuerdo cuando trajeron a un veterano tras volver de su primera misión, o por lo menos parte de él. Le había atacado una estringe en el castillo donde debía llevar sano y salvo a un noble local, llevándose el mordisco en vez del rubito de mierda que le echó la bronca mientras lo curaban por no darse cuenta antes de que había una bestia cerca de ellos. Si una simple estringe le cortó una pierna del bocado, imagínate que me hará un grifo si fallo. Me concentro y calmo los nervios, consiguiendo agacharme a tiempo y agarrarle el cuello. No puedo tardar en subirme a su espalda
La bestia se retuerce intentando echarme de su grupa, pero por mi honra que no me suelto. Comienzo a golpearle en la nuca. La bestia grita, gime, se retuerce y aletea las alas mientras yo continuo golpeando. Comienzo a ver la sangre emanando de mi puño mezclarse con la que el grifo ya tiene en el cuello de la plata, pero no puedo parar. Por fin comienza a cansarse, y mi puño está tan entumecido que casi no lo siento, pero no puedo parar ahora. Con cada golpe sufro más, y con cada uno los gritos de la bestia son más flojos. Sus alas empiezan a  tenderse, y los espasmos para echarme de su grupa comienzan a pararse. Sé que la bestia ya está casi muerta, pero no paro hasta que acabo agotado, con el cuerpo del engendro tumbado debajo mía. Se acabó.

Me voy al cuartel, puede que no haya dejado las monedas en el camino, pero necesito que me curen este garrazo y rápido. Seguro que triunfo más con una cabeza de grifo cortada y atada a mi espalda. A lo mejor a alguna joven del pueblo se le abre la falda al verme con esa imagen. En cierto modo, quizás esta novatada no ha sido realmente tan mala. Estoy muerto de hambre de esta pelea. Lo daría todo por un plato del puñetero estofado de Ojo suelto