sábado, 22 de abril de 2017

Diario del sheriff de Árboles Negros

Día 1, 14 de Junio del 1014:
¡Maldita sea el momento en el que decidí abrir la boca! Mi mujer siempre me decía que beber tanto me pasaría factura algún día, nunca le hago caso pero por fin ha sucedido. Nos han mandado a todo mi destacamento a actuar como la guardia del puesto fronterizo de la villa. ¿Para qué demonios quieren que vigilemos esta zona? Está alejada de la mano de Dios y ningún imbécil del sur se atrevería a cruzar las montañas para pasar por aquí. En fin, hemos montado un campamento provisional mientras montamos el fuerte principal. Los aldeanos de por aquí son bastante pobres, así que seguramente trabajarán por un par de florines al mes. Ojalá el mariscal me perdone pronto. Voy a ir a dormir, pero antes le escribiré alguna carta a María, para que sepa que me acuerdo de ella.

Día 3:
Ya hemos comenzado a talar los árboles para la construcción del fuerte. Los árboles de por aquí son bastante altos y resistentes, servirán de una muralla perfecta, mientras que los más bajos los usaremos para las casas comunales y para mis aposentos propios. Los campesinos aceptaron sin protestar la suma que le ofrecimos: tres florines por semana y dos cuencos de sopa de cerdo y trigo por día . Muchos de ellos incluso nos dieron las gracias por ser tan generosos. Putos imbéciles.

Día 6:
A pesar de los pocos días que llevo aquí ya empiezo a notar molestia. Hay chinches en nuestras camas, la comida está insulsa, y en vez de poder beber un buen vaso de vino antes de dormir tengo que conformarme con este agua de charco que se atreven a llamar cerveza. Los aldeanos todavía trabajan duro y el ánimo no ha decaído. ¿Cómo pueden vivir aquí durante toda su vida? Echo de menos mi casa y poder vislumbrar el sol nilfgaardiano al levantarme. Espero que le llegue la carta a mi mujer pronto.

Día 8:
Los campesinos han intentado escabullirse hoy. Les hemos cogido y les hemos preguntado qué demonios hacían. Los muy imbéciles han dicho que hoy era una noche con demasiada humedad, que debían guardar los cerdos o algo por el estilo o sinos e los comerían las bestias. Les hemos dicho que era una estupidez y que volviesen al trabajo. He mandado a uno de los reclutas a avisar a las mujeres y ha vuelto. Ha vuelto con una sonrisa de oreja a oreja, me pone de los nervios que esté tan contento en este sitio de mierda. Creo que le apodaré Sonrisas, para que haya bastantes risas en el campamento.

Día 16:
Hoy se han intentado escabullir otra vez los aldeanos con al escusa de la noche húmeda. Les he pegado una buena buena patada en sus traseros y han vuelto al trabajo. Ni siquiera he mandado a un recluta esta vez, ¿qué clase de bestia sólo ataca en noches húmedas?. Sus mujeres son los suficientemente listas como para saber qué hacer si así fuera. ¡Por la sangre del emperador qué ganas tengo de una buena copa de vino! ¿Es que todavía no ha llegado mi carta?

Día 17:
Hoy han venido a quejarse en masa. Hemos tenido que reducir a algunos cuantos aldeanos para que por fin dejasen de gritar y hablasen. Parece ser que algo ha matado a los cerdos. Los llaman duendecillos. He ido personalmente a ver los cadáveres para ver si era verdad. En efecto, estaban muertos, pero los mordiscos eran extraños. Tenían tres dos dientes igual que las marcas de garra. He visto una horca cercana a uno de los graneros y he comprobado la longitud y la forma, son casi idénticos. Seguramente querían que les pagásemos por los cerdos ya que no mandé a alguien y ahora querrán que les demos suministros de la capital y una compensación. Les he dicho que lo investigaríamos, pero este caso lo vamos a dejar guardado en un cajón. Ha sido un día agotador, ni siquiera me voy a preocupar por la imbécil de mi mujer.

Día 25:
El fuerte ya está montado casi completamente. Los campesinos nos han pedido que les dejemos tranquilos pronto, ya que la recogida de la cosecha se acerca. Les he dicho que trabajarán hasta que el fuerte esté completo y no se irán antes de ello. He podido notar sus miradas de odio, pero si yo estoy jodido por culpa de esta mierda de villa que lo estén ellos también. Seguramente ya haya llegado la carta, así que no seguiré mucho más tiempo aquí.

Día 28:
Por fin hemos acabado el fuerte. Es magnífico, y refleja la solemnidad del imperio. Seguro que si digo estas palabras cuando llegue el mariscal, se le olvidarán mis palabras y me dejará volver a la capital. Los aldeanos se han ido a altas horas de la noche para terminar el fuerte, y en vez de ir a dormir se han ido a recoger la cosecha. Los pequeños problemas de los pobres, ¿qué más dará qué día recojan la cosecha si la van a recoger de todos modos? En fin, me tomaré un buen vaso de cerveza antes de irme a dormir. Es curioso, pero desde que tengo confianza de que me iré pronto, me sabe mejor.

Día 32:
Ha vuelto a haber problemas en la villa, la cosecha no ha sido tan buena como esperaban y no hay suficiente para todos. Hemos puesto a tres soldados, incluyendo a Sonrisas, a vigilar la plaza y que no haya más altercados. Es una pena que no tengan provisiones como nosotros la verdad, pero debo guardarlas para el viaje de vuelta, cuando ya no tenga que saber de ellos.

Día 35:
¡Menudo chollo que la cosecha haya sido escasa! Con unos precios tan bajos mis soldados y yo estamos sacando tajada de donde podemos. Cada noche tengo una muchacha joven distinta entre las piernas, y sólo cobran un florin, sin importarles lo rascado que esté. Sonrisas me ha interrumpido tras una de mis sesiones con una de ellas. Tenía la cabeza sangrando de una pedrada que le habían lanzado, pero aun así seguía sonriendo. Me ha molestado tanto que lo he mandado a tomar represalias y que me dejas en paz. El mariscal tarda bastante tiempo en venir, espero que no haya habido ningún problema

Día 40:
Ha habido un incendio en el fuerte. Hemos conseguido salvar la mayoría la vida pero ha quedado reducido a cenizas. Me han dicho que la causa ha sido una hoguera a apagar, pero creo que algún campesino nos la ha jugado. Puedo notar sus caras de odio cuando he dicho que tomaríamos medidas con respecto a esto. Tenemos que volver a las tienduchas de antes, pero para que no baje la moral en los barracones hemos contratado más mujeres. Ya ni siquiera quieren oro, sino comida. Me estoy poniendo nervioso, creo que mandaré una paloma mensajera al mariscal para preguntar qué pasa.

Día 45:
La situación se está yendo de las manos. Hoy han muerto cuatro de mis soldados, los hemos encontrado en un barranco sin brazos ni piernas. Las armaduras estaban perforadas con las mismas heridas que tenían los cerdos, ¿y si de verdad eran bestias y todo esto ha sido mi culpa por no creer a los campesinos? He hablado en mitad de plaza diciendo que investigaríamos estos asesinatos. Están tan delgados que se puede ver hasta el último de sus huesos a través de la piel. Uno con los ojos azules me ha lanzado una piedra mientras gritaba que éramos unos inútiles, la he esquivado y he mandado colgarle por ataque a un miembro del ejército imperial. Si todo va bien, una paloma llegará mañana, espero que vengan a por mí pronto.

Día 46:
¿Me está tomando el pelo ese calvo hijo de puta? ¿Cómo que mi mujer sólo habló con él una vez y no cambió su opinión? ¿Cómo que debo seguir en mi puesto? ¿En serio esa puta no se atrevió a insistir? ¡La muy estúpida sabe que el mariscal está deseoso de montárselo con ella, no creo que se muera por subirse las faldas un poco! Joder, hoy nos hemos encontrado la cabeza de Sonrisas en el bosque, con las mismas marcas. Lo peor de todo es que el mismo hombre que colgué hace unos días estaba desmembrado este mismo día, ¿habrán sido las bestias?. Tengo miedo, mañana cogeré un caballo y huiré por la noche a mi villa. Las únicas que viven ahí son mi mujer y mi criada, que se atrevan a hablar si saben lo que les conviene

Día 47:
Nos tienen rodeados. Estamos perdidos, los aldeanos se han vuelto locos y han comenzado a atacar a mis soldados con horcas de dos puntas. ¡Mierda, tenía razón, esos hijos de puta nos han estado matando poco a poco! He intentado luchar con ellos, pero una piedra ha salido de un arco y se ha clavado en mi muslo. No puedo huir, así que escribo estas palabras para que sepan lo que les espera a los refuerzos que vengan. ¡Joder, joder, voy a morir simplemente por llamar gordo a un hombre cuando estaba borracho! Puedo oír los gritos de horror de mis hombres. Que se sepa que defendí mu puesto hasta la muerte, y ojalá mi mujer, la puritana, se pudra en el infierno, que sepa que su marido murió por su culpa.


lunes, 10 de abril de 2017

Borrador: Un regalo de bodas peculiar

               "No lleva ni tres horas muerto" se dijo al encontrarse el cadáver de un hombre de mediana edad en mitad del bosque. John bajó del caballo un poco a regañadientes, llegaba tarde a la boda de su hermana y estaba de bastante mal humor por ello. El camarlengo le había realizar una ronda por las tierras extra a pesar de haberle informado del compromiso que tenía; y, para colmo, por culpa de la falta de tiempo y los gustos exóticos y extravagantes de su hermana no había encontrado un regalo que pudiese gustarle en ningún lugar; por lo que tener que añadir una examinación de un cadáver no sólo pudo acrecentar su enfado.
               No había llovido desde hacía cuatro semanas, así que ni se molestó en buscar huellas. Se agachó frente a la cara del muerto y comenzó a revisarlo." Las ropas son de campesino: la camisa y los pantalones están roídos, su bufanda parece que se va a deshilachar con el mero hecho de estornudar cerca, su cinturón no es nada más que un trozo de cuerda y las botas están cubiertas de excremento hasta los tobillos, por lo que podemos obviar un robo. Está pálido y posee varias postulas en la cara. Podría pensar que se trata de viruela o incluso falta de alimentos o consumo de ellos en mal estado, pero el pelo tiene un color rojizo fuerte y es abundante, si hubiese sido esto habría perdido gran cantidad de este, pero ni siquiera tiene entradas. ¿Veneno tal vez?", agarró con sus dedos enguantados la boca del individuo y miró debajo de la lengua "Tampoco ha sido, estos síntomas suelen ser de venenos con base de plomo, pero no hay material residual bajo la lengua. Curioso, la cavidad bucal tiene un color parcialmente gris, es posible que tuviese pérdida de sangre". Levantó un poco el cuerpo y le quitó la camisa y la bufanda. "No hay marcas de mordiscos grandes así que podemos obviar ataques de katakanes o chupa sangres similares, tampoco hay en el cuello así que tampoco fue una alpa, tampoco tiene cortes en estómago o espalda así que no pudo ser por heridas anteriores. Por no tener no tiene ni marcas se sanguijuelas". Levantó la parte inferior del cuerpo para quitarle los pantalones. "Las piernas tampoco tienen ningún tipo de herida, salvo rojez en las ingles. El miembro está hinchado y desprende un olor bastante fuerte y las gónadas están sudadas" La expresión de desagrado que puso mientras realizaba la última parte del examen hubiera sido reconocible en cualquier plaza de ciudad bastante concurrida el día de la feria del cordero. "La única opción que se me ocurre es el ataque de un súcubo, de ahí la falta de sangre y el hecho de que hubiera tenido relaciones hace poco. Seguramente usaban este sitio para juntarse, pero esta vez se tuvo que pasar al absorber energía y lo dejó seco en mitad del bosque. Normalmente suelen bañarse frecuentemente tras estar en contacto con un humano y si la memoria no me falla hay un lago a un par de pasos de aquí". Se levantó, limpió el barro que habían agarrado sus rodillas, ató el caballo a una raíz robusta y sacó su espada envainada de la alforja.
               El viaje fue corto hasta que encontró el lago. Era bastante pequeño y casi no tenía algas en su interior, lo que dejaba un agua cristalina y hermosa que reflejaba unos colores hermosos cuando un rayo de luz escapaba entre las nubes hacia su superficie. En mitad del lago había una figura, una mujer desnuda, o al menos algo que se le parecía. Tenía pecas y su cara alargada parecía tallada en mármol, salvo los labios que eran de un intenso rojo rubí y se entonaban en una curva que invitaban al beso. Sus manos jugueteaban con una melena castaña y rizada que llegaba hasta los pechos, perfectos y grandes, con unos tímidos pezones rosados y salidos hacia fuera los cuales daban ganas de morder  y juguetear con ellos. Su figura era esbelta y con una curva perfecta que acababa en un trasero que no quedaba segundo con ninguna otra parte de su cuerpo. Era una mujer perfecta, de no haber sido por sus piernas acabadas en pezuñas y su cornamenta que se alzaba en su cabeza. La figura giró un poco la cabeza y entonó una sonrisa:
               -Qué hermoso caballero me espía- se giró y bajó los brazos, haciendo que su busto resaltase mientras andaba -, ¿no va contra vuestro código espiar a pobres doncellas mientras muestran su naturaleza? A mí no me importa, es más, puedes unirte si quieres.
               -Gracias por la invitación, pero debo pasar por esta vez.
               -¿Estás seguro? - cada vez se acercaba más a John, se encontraba a unos tres metros de la orilla - quizás no te has fijado en mis atributos -se encontraba ya frente a la orilla, posó las manos en la orilla y acercó los brazos-, ¿ahora lo ves mejor de cerca?
               -Repito, no estoy interesado- a pesar de decir esas palabras, la entrepierna de John estaba bastante animada, pero la súcubo fue incapaz de notarlo debido a la coquilla de metal que acompañaba la armadura ceremonial de John, compuesta por unas perneras y coquilla de acero abrillantadas, unos guanteletes con grabados de flores, y un gambesón púrpura con cosidos en forma de dado que cubrían una cota de malla blanca. El conjunto también estaba acompañado de un yelmo de pico con emplumado blanco como acabado, pero lo había dejado junto a su caballo para que no se ensuciase hasta la boda -. He venido hasta aquí por el cuerpo.
               -Oh, eso- giró los ojos hacia arriba en un gesto de aburrimiento, se levantó y dio media vuelta-, ¿qué pasa con eso?
               -Has matado a un hombre, sólo quiero preguntar el por qué antes de hacer algo irremediable.
               -Lo hice para defenderme -se llevó las manos a la parte trasera de la nuca y arqueó el cuerpo, aun sin intentar seducir al hombre que la interrogaba, sus gestos sencillos conseguían desprender una naturaleza de seducción-, ya nos habíamos encontrado unas cuantas veces. Nos acostábamos encima de la tierra seca y la ablandábamos como bien podíamos. Era bastante bueno y me hizo gritar alguna que otra vez, sabía que no era un buen hombre, me contaba a qué se dedicaba cuando acababa su trabajo en los establos: juego, ventas, extorsión... A mí no me importaba ya que sólo quería pasármelo bien, pero hoy se pasó. Apareció enfrente de la entrada a mi cueva a pesar de que no habíamos quedado. Tenía los ojos inyectados en sangre y olía a  vino. Me dijo que se quería acostar conmigo, y cuándo le dijo que no, amenazó con contarle a la gente del pueblo donde vivía. Tenía bastante miedo- se giró agachando la cabeza, una lágrima caía por su mejilla-, me lo llevé a nuestro sitio y empezamos a hacerlo. Normalmente tomo la energía suficiente para no matar a alguien, se suelen sentir como si hubieran corrido una larga distancia, pero esta vez decidí absorber más, hasta que dejó de moverse. Le vestí para que no descubriesen que había sido yo y vine hacia aquí -miró a los ojos a John y puso una mano a su espalda-, ¿vas a matarme?
               -Sí.
               -¿Es que acaso no me crees?- puso una expresión triste mientras se llevaba la palma al pecho.
               - No, no te creo - alzó la vaina y sacó un sable. Lo levantó y puso la hoja paralela al suelo, apuntando al súcubo. La hoja tenía una tonalidad grisácea que imitaba al humo, el cuerpo era bastante ancho pero no demasiado grueso, y el filo llegaba hasta la guarda, mostrando un patrón de olas. La guarda era simple, pero cubría en su totalidad la mano derecha del portador mediante intrínsecos filamentos de acero, equilibrando la hoja gracias a un pomo redondeado con el grabado de la cabeza de una grulla-. El cadáver había tenido relaciones sí, pero no desprendía olor a alcohol -dio un par de pasos alrededor del cuerpo desnudo del súcubo sin bajar la hoja-, tampoco tenía los ojos inyectados en sangre, y, a pesar de todo el tiempo que pasó, todavía deberían seguir siendo de este color. Y, lo más importante...
               -¿Lo más importante?
               - Lo más importante es que has estado haciendo símbolos con esa mano a la espalda, ¿me equivoco?
               La súcubo sonrío a la vez que mostraba su mano. El dedo índice estaba doblado mientras el pulgar y el anular se juntaban. Era una posición de liberación, no de absorción - Eres bastante listo caballero. Cualquier imbécil se hubiera tragado la historia y se hubiera girado con la moraleja de que no todos los monstruos son malvados antes de llevarse una buena bola de fuego a la espalda - giró el cuerpo dejando la mano que estaba realizando el símbolo alejada de John. Abrió la palma y comenzaron a surgir pequeños destellos en ella, que poco a poco fueron crecieron hasta convertirse en llamas. Comenzó a hablar en un tono burlesco- Caballero, me habéis caído bien y te puedo dejar marchar si  olvidáis lo que ha pasado hoy. Quién sabe, a lo mejor la próxima vez eres el que caliente mis piernas.
               Jon sonrió mientras bajaba la hoja- En primer lugar no soy caballero, sino mercenario, así que no hace falta que me ofrezcas un trato tan bueno. Y segundo - giró la hoja hasta dejar el filo apuntando al súcubo- será muy difícil que haga eso una vez acabe contigo.

               Se oyó una fuerte explosión seguida de una cortina de humo que cubrió todo el lago. Cuando desapareció había sólo una figura de pie. Era una figura con la cara llena de sangre, y sostenía una espada que de un tajo ascendente había rebanado la cabeza del monstruo. El cuerpo que hace poco hubiera levantado el deseo a cualquier hombre se encontraba en el suelo tendido, y los cabellos que hace poco habían sido lavados, se encontraban en parte cortados y ensangrentados. John había conseguido esquivar la bola de fuego, pero había dado en un árbol cercano y la onda resultante había hecho pequeñas quemaduras en la parte trasera del gambesón. Maldijo durante un momento hasta que se puso a reflexionar. Por fin había encontrado un buen regalo a su hermana, una cornamenta de súcubo para adornar la entrada a su casa y protegerles del peligro.