El sol estaba
en lo más alto del cielo cuando Bronn llegó al camino principal desde una
intersección, y sabía que era mediodía simplemente porque un granjero lo
enunció de un grito regañando a su hijo por estar haciendo actos pecaminosos
con su prima tan pronto que cualquiera podría haberlos visto, ya que Bronn
estaba tan borracho después de cuatro días andando y bebiendo que si hubiese
subido la vista probablemente se habría caída de espaldas y se hubiera quedado
a dormir en mitad de la nada. *No volveré a beber… durante la próxima hora* se
repetía cada vez que sacaba la bota y tomaba un buen trago de cerveza.
Bronn era un
enano como cualquier otro: pelirrojo, barbudo, armado hasta los dientes y
borracho como cuba, holgando decir que era bajito. Sin embargo, desde que tenía
razón y un hacha a la espalda había intentado ayudar a aquel que se había
merecido su respeto y su amistad, aunque eso significase robar o matar a algún
que otro desafortunado siempre y cuando no hubiese otra forma de hacer las
cosas.
Su amigo
Barclay le había pedido ayuda con un encargo: transportar herramientas a las
minas que se encontraban al final del camino principal. Muchos le habrían
tirado un vaso o incluso un hacha sin afilar a la cabeza tras haber escuchado
cuanto podía pagar Barclay por ese encargo, pero Bronn lo hizo de todos modos,
a pesar de estar arrepintiéndose cuando vislumbró un control a mitad del
camino.
-Muy buenas amigos,
-dijo sonriendo y mostrando unos dientes negros que expulsaban un olor podrido
mezclado con alcohol- ¿a qué se debe este bloqueo?
-Son órdenes
de nuestro rey-dijo uno de los guardias con un acento de Bronn conocía
perfectamente, eran elfos. No llegarían a la decena, pero eran un estereotipo
andante del mismo que lo era él de su raza. Se alzaban altos y erguidos dejando
ambas manos en la espalda cuando hablaban, cada uno llevaba un sable con una
guarda fabricada con alta precisión y llevaban armaduras de acero y cuero simulando
hojas que les protegían por completo, salvo por la falta de casco seguramente
para que su cabello ondulase junto al viento, dejando ver unas orejas
puntiagudas y un rostro bello y con cara de asco. -si quieres pasar tendrás que
pagar un impuesto de raza inferior igual a tres monedas de oro.
-Pero yo creía
que eran dos.
- ¿Cómo ibas a
saber que eran dos si te acabas de enterar del puesto?
-Por qué lo
dice ese cartel-dijo Bronn señalando el cartel que estaba al lado del puesto
- ¿Por qué no
has quitado el cartel Iorveth? -dijo el guardia con una armadura plateada a uno
de los otros. - ¿Es que no has visto al enano con tus ojos de elfo?
-Es que tengo
miopía
- ¿Cómo puede
ser que un elfo tenga miopía?
-Es que me
gusta mucho leer por las noches con una vela, y al final la vista se cansa.
Quizás hubiera sido más fácil verlo si me hubiese puesto unas gafas, pero como
aún no se han inventado pues no me he dado cuenta de que era un enano.
- ¿Pero cómo
vas a saber lo que son unas gafas si aún nos e han inventado?
- ¿Unas qué?
-Mejor lo
dejamos. -el elfo se giró y miró a Bronn a los ojos. -Mira raza inferior, me da
igual lo que ponga ese cartel, pero nos vas a pagar tres monedas de oro y no se
hable más, a menos que quieras vértelas con el acero élfico que portamos.
-Yo tres monedas
no pago, - dijo Bronn – aparte de que no me apetece mucho pagaros, tengo solamente
cinco y me tiene que dar para el control de vuelta que tendréis y para beber en
la taberna una vez llegue a vuestro destino. Si queréis os pago cuatro ahora y
me hacéis un bono de dos viajes.
-Imposible enano,
-dijo el tercer elfo una vez se dio cuenta de que le tocaba hablar o si no se
quedaría sin diálogo- si no quieres pagar, tendrás que buscar otro camino.
-De acuerdo-
dijo Bronn llevándose la mano a la barbilla para pensar, a pesar de estar un
buen rato despejándose la barba para ello- ¿puedo rodear el camino?
-Tampoco
puedes, los alrededores del camino también pertenecen al rey y hay controles
para pasar por ellos.
- ¿Y dónde
están?
-Somos
nosotros, no tenemos mucho personal así que la gente que está rodeando el
camino tiene que pasar por aquí y pagar antes de seguir. Por suerte hemos
dejado carteles por toda la zona para avisar.
-Comprendo.
¿Podría nadar por el río?
-Imposible. El
río también pertenece al rey, incluyendo todas las truchas, salmones y
sanguijuelas que hay dentro de él.
- ¿Y si usase
una catapulta y fuese volando?
-El aire
también pertenece al rey. Nuestro rey tiene todos los derechos de explotación
del nitrógeno, el oxígeno, el dióxido de carbono y hasta del helio.
- ¿Y el neón?
- ¡Especialmente
el neón!¡Es más, ahora tienes que pagar un impuesto pro respirar el mismo
oxígeno que nuestra raza!
- ¿No es un
poco pasarse?
- ¡Impuesto de
oxígeno digo!¡Paga ahora maldito enano antes de que te clave tu horrible hacha
en la cabeza!
- ¡Escúchame mierdas!
-dijo Bronn levantando el dedo casi amenazando ya que un enano nunca amenazaba,
o te gritaba casi amenazando o te clavaba un hacha en el pecho, pero nunca
amenazaban- ¡He intentados ser una buena persona con vosotros y me habéis
estado tocando los pantalones, pero con mi hacha no se mete ni mi madre!¡Y
mucho menos unos palillos que les gusta follarse los árboles mirando por encima
del hombro a los demás!
-Es que a los
vuestros es fácil, sois demasiado bajitos
-Me comen los
huevos tus bromas, folla-lechugas. Aparta de una vez y vete a tomar por culo, o
haz algo de provecho con el mondadientes que llevas en la cintura y aprende a
chuparla para cuando em bajes los pantalones para que te dé por culo si no
levantas la valla.
-Pero… si no
hay valla.
-Pero supuse
que teníais una valla invisible con magia o cualquier mierda de esas.
-Es que
estamos faltos de recursos y por eso estamos tres aquí, pensábamos ponernos
juntos de lado y darnos la mano, pero entonces no podríamos usar los sables
-Pues vaya. -Bronn
expiró un poco de aire y estuvo a punto de preguntar por el tiempo, pero finalmente
se acordó de lo que tenía que hacer- ¿me vais a dejar pasar o no?
-Ni hablar
enano-dijeron los tres elfos a la vez mientras sacaban los sables. Se notaba
que era acero élfico por la composición de la hoja y el brillo ahumado que
emitía, por no hablar que estaba escrito al principio de la hoja, tal vez por
un herrero que no quería olvidarse de que estaban hechas sus espadas, o quizás
por unos elfos tan estúpidos que querían presumir de espadas.
- ¡No me
hagáis reír veganillos! Podría tener mi hacha en una mano y la polla en la otra
y acabar con todos vosotros antes de que me corriese. -el enano sacó el hacha y
se puso en posición de combate.
- ¡Muere enano
escatológico, muere!
Los elfos se
abalanzaron contra Bronn. Atacaban a matar, realizando grandes piruetas en el
aire y pivotando con sus pies sin estarse quietos en ningún momento. Finalmente
rodearon al enano y realizaron una vuelta para atacar todos a la vez con un
potente ataque de su sable. Sin embargo, y probablemente debido a que no es una
buena idea darle la espalda a une nano con un hacha en ambas manos, Bronn lanzó
un corte que golpeó a los tres elfos, haciendo que cayesen al suelo, dejando una
gran mancha de sangre en el suelo.
-Maldito enano,
- dijo el elfo de la armadura plateada- te maldigo, a ti y a los tuyos. Que nadie
pueda verte el rostro, que todos te odien y que nadie se atreva responder a tus
preguntas.
-Pues vale-
dijo Bronn con cara de aburrimiento. Ambos se aguantaron la mirada
incómodamente durante un rato- ¿puedo pasar ya?
-Por supuesto-
el elfo pasó un rato pensando hasta que se dio cuenta de que rompió su propia
maldición- ¡Mierda! En fin, por lo menos será una batalla de la que se hablará
durante años. Prométemelo enano, - dijo el elfo tosiendo sangre. Con su último
aliento, levantó el brazo y puso el puño hacia arriba – prométeme que hablarás
de nosotros, de los nobles guardas que protegieron el paso, y que aguantaron
hasta el final. ¡Continúa nuestra leyenda enana, haznos héroes, haznos…!
-Jefe, que ya
se ha ido- dijo Iorveth levantando la cabeza.
- ¿Cómo?
-Que sí jefe,
¿no lo ves allí a lo lejos?
-Anda, pues
tienes razón, ¿y entonces quién contará nuestra leyenda?
-Quizás yo,
supongo.
- ¡Pero si tú
también te estás muriendo!
-Qué va jefe,
si a mí sólo me ha rozado
- ¿Y por qué
te has tirado al suelo?
-Porque
vosotros os habíais tirados y no quería que me regañase. En el cuartel em dijo
que hiciese lo mismo que usted en todo momento y todo iría bien.
- ¿Pero qué
gilipollez es esa? ¡Corre y tira a por él! ¿Te puedes creer lo que dice este
imbécil Isengrim? - giró la cabeza y vio el cadáver de Isengrim con los ojos abiertos
y los intestinos saliéndole por la espalda. -Mierda, este ya se ha muerto.
-Pero jefe es
que ya se ha ido en el rato que hemos estado hablando.
- ¡Puta mierda!
En fin, supongo que me toca morirme y eso.
-Creo que es
lo que toca. ¿Jefe? ¿Jefe? ¿Jeeeefe? Vaya, se ha muerto de verdad. Bueno, yo me
voy a casa.
Y así es cómo
Iorveth se fue a su casa y le contó la gran leyenda de los guardias del camino
a sus familiares y a la gente de la taberna, y desde entonces se conoce ese día
como el día en el que Iorveth recibió una torta tan grande de su madre que
literalmente se les quitó la tontería a ostias. Por otro lado, Bronn consiguió
llegar al final del camino y entregó las herramientas, emborrachándose de tal
manera durante la celebración por la noche que se manchó los pantalones con sus
defecaciones y tuvo que esperar tres días usando un abril como ropa, ya que una
mina enana es el peor lugar para lavar la ropa.