martes, 22 de agosto de 2017

El enano del camino *Comedia*

El sol estaba en lo más alto del cielo cuando Bronn llegó al camino principal desde una intersección, y sabía que era mediodía simplemente porque un granjero lo enunció de un grito regañando a su hijo por estar haciendo actos pecaminosos con su prima tan pronto que cualquiera podría haberlos visto, ya que Bronn estaba tan borracho después de cuatro días andando y bebiendo que si hubiese subido la vista probablemente se habría caída de espaldas y se hubiera quedado a dormir en mitad de la nada. *No volveré a beber… durante la próxima hora* se repetía cada vez que sacaba la bota y tomaba un buen trago de cerveza.
Bronn era un enano como cualquier otro: pelirrojo, barbudo, armado hasta los dientes y borracho como cuba, holgando decir que era bajito. Sin embargo, desde que tenía razón y un hacha a la espalda había intentado ayudar a aquel que se había merecido su respeto y su amistad, aunque eso significase robar o matar a algún que otro desafortunado siempre y cuando no hubiese otra forma de hacer las cosas.
Su amigo Barclay le había pedido ayuda con un encargo: transportar herramientas a las minas que se encontraban al final del camino principal. Muchos le habrían tirado un vaso o incluso un hacha sin afilar a la cabeza tras haber escuchado cuanto podía pagar Barclay por ese encargo, pero Bronn lo hizo de todos modos, a pesar de estar arrepintiéndose cuando vislumbró un control a mitad del camino.
-Muy buenas amigos, -dijo sonriendo y mostrando unos dientes negros que expulsaban un olor podrido mezclado con alcohol- ¿a qué se debe este bloqueo?
-Son órdenes de nuestro rey-dijo uno de los guardias con un acento de Bronn conocía perfectamente, eran elfos. No llegarían a la decena, pero eran un estereotipo andante del mismo que lo era él de su raza. Se alzaban altos y erguidos dejando ambas manos en la espalda cuando hablaban, cada uno llevaba un sable con una guarda fabricada con alta precisión y llevaban armaduras de acero y cuero simulando hojas que les protegían por completo, salvo por la falta de casco seguramente para que su cabello ondulase junto al viento, dejando ver unas orejas puntiagudas y un rostro bello y con cara de asco. -si quieres pasar tendrás que pagar un impuesto de raza inferior igual a tres monedas de oro.
-Pero yo creía que eran dos.
- ¿Cómo ibas a saber que eran dos si te acabas de enterar del puesto?
-Por qué lo dice ese cartel-dijo Bronn señalando el cartel que estaba al lado del puesto
- ¿Por qué no has quitado el cartel Iorveth? -dijo el guardia con una armadura plateada a uno de los otros. - ¿Es que no has visto al enano con tus ojos de elfo?
-Es que tengo miopía
- ¿Cómo puede ser que un elfo tenga miopía?
-Es que me gusta mucho leer por las noches con una vela, y al final la vista se cansa. Quizás hubiera sido más fácil verlo si me hubiese puesto unas gafas, pero como aún no se han inventado pues no me he dado cuenta de que era un enano.
- ¿Pero cómo vas a saber lo que son unas gafas si aún nos e han inventado?
- ¿Unas qué?
-Mejor lo dejamos. -el elfo se giró y miró a Bronn a los ojos. -Mira raza inferior, me da igual lo que ponga ese cartel, pero nos vas a pagar tres monedas de oro y no se hable más, a menos que quieras vértelas con el acero élfico que portamos.
-Yo tres monedas no pago, - dijo Bronn – aparte de que no me apetece mucho pagaros, tengo solamente cinco y me tiene que dar para el control de vuelta que tendréis y para beber en la taberna una vez llegue a vuestro destino. Si queréis os pago cuatro ahora y me hacéis un bono de dos viajes.
-Imposible enano, -dijo el tercer elfo una vez se dio cuenta de que le tocaba hablar o si no se quedaría sin diálogo- si no quieres pagar, tendrás que buscar otro camino.
-De acuerdo- dijo Bronn llevándose la mano a la barbilla para pensar, a pesar de estar un buen rato despejándose la barba para ello- ¿puedo rodear el camino?
-Tampoco puedes, los alrededores del camino también pertenecen al rey y hay controles para pasar por ellos.
- ¿Y dónde están?
-Somos nosotros, no tenemos mucho personal así que la gente que está rodeando el camino tiene que pasar por aquí y pagar antes de seguir. Por suerte hemos dejado carteles por toda la zona para avisar.
-Comprendo. ¿Podría nadar por el río?
-Imposible. El río también pertenece al rey, incluyendo todas las truchas, salmones y sanguijuelas que hay dentro de él.
- ¿Y si usase una catapulta y fuese volando?
-El aire también pertenece al rey. Nuestro rey tiene todos los derechos de explotación del nitrógeno, el oxígeno, el dióxido de carbono y hasta del helio.
- ¿Y el neón?
- ¡Especialmente el neón!¡Es más, ahora tienes que pagar un impuesto pro respirar el mismo oxígeno que nuestra raza!
- ¿No es un poco pasarse?
- ¡Impuesto de oxígeno digo!¡Paga ahora maldito enano antes de que te clave tu horrible hacha en la cabeza!
- ¡Escúchame mierdas! -dijo Bronn levantando el dedo casi amenazando ya que un enano nunca amenazaba, o te gritaba casi amenazando o te clavaba un hacha en el pecho, pero nunca amenazaban- ¡He intentados ser una buena persona con vosotros y me habéis estado tocando los pantalones, pero con mi hacha no se mete ni mi madre!¡Y mucho menos unos palillos que les gusta follarse los árboles mirando por encima del hombro a los demás!
-Es que a los vuestros es fácil, sois demasiado bajitos
-Me comen los huevos tus bromas, folla-lechugas. Aparta de una vez y vete a tomar por culo, o haz algo de provecho con el mondadientes que llevas en la cintura y aprende a chuparla para cuando em bajes los pantalones para que te dé por culo si no levantas la valla.
-Pero… si no hay valla.
-Pero supuse que teníais una valla invisible con magia o cualquier mierda de esas.
-Es que estamos faltos de recursos y por eso estamos tres aquí, pensábamos ponernos juntos de lado y darnos la mano, pero entonces no podríamos usar los sables
-Pues vaya. -Bronn expiró un poco de aire y estuvo a punto de preguntar por el tiempo, pero finalmente se acordó de lo que tenía que hacer- ¿me vais a dejar pasar o no?
-Ni hablar enano-dijeron los tres elfos a la vez mientras sacaban los sables. Se notaba que era acero élfico por la composición de la hoja y el brillo ahumado que emitía, por no hablar que estaba escrito al principio de la hoja, tal vez por un herrero que no quería olvidarse de que estaban hechas sus espadas, o quizás por unos elfos tan estúpidos que querían presumir de espadas.
- ¡No me hagáis reír veganillos! Podría tener mi hacha en una mano y la polla en la otra y acabar con todos vosotros antes de que me corriese. -el enano sacó el hacha y se puso en posición de combate.
- ¡Muere enano escatológico, muere!
Los elfos se abalanzaron contra Bronn. Atacaban a matar, realizando grandes piruetas en el aire y pivotando con sus pies sin estarse quietos en ningún momento. Finalmente rodearon al enano y realizaron una vuelta para atacar todos a la vez con un potente ataque de su sable. Sin embargo, y probablemente debido a que no es una buena idea darle la espalda a une nano con un hacha en ambas manos, Bronn lanzó un corte que golpeó a los tres elfos, haciendo que cayesen al suelo, dejando una gran mancha de sangre en el suelo.
-Maldito enano, - dijo el elfo de la armadura plateada- te maldigo, a ti y a los tuyos. Que nadie pueda verte el rostro, que todos te odien y que nadie se atreva responder a tus preguntas.
-Pues vale- dijo Bronn con cara de aburrimiento. Ambos se aguantaron la mirada incómodamente durante un rato- ¿puedo pasar ya?
-Por supuesto- el elfo pasó un rato pensando hasta que se dio cuenta de que rompió su propia maldición- ¡Mierda! En fin, por lo menos será una batalla de la que se hablará durante años. Prométemelo enano, - dijo el elfo tosiendo sangre. Con su último aliento, levantó el brazo y puso el puño hacia arriba – prométeme que hablarás de nosotros, de los nobles guardas que protegieron el paso, y que aguantaron hasta el final. ¡Continúa nuestra leyenda enana, haznos héroes, haznos…!
-Jefe, que ya se ha ido- dijo Iorveth levantando la cabeza.
- ¿Cómo?
-Que sí jefe, ¿no lo ves allí a lo lejos?
-Anda, pues tienes razón, ¿y entonces quién contará nuestra leyenda?
-Quizás yo, supongo.
- ¡Pero si tú también te estás muriendo!
-Qué va jefe, si a mí sólo me ha rozado
- ¿Y por qué te has tirado al suelo?
-Porque vosotros os habíais tirados y no quería que me regañase. En el cuartel em dijo que hiciese lo mismo que usted en todo momento y todo iría bien.
- ¿Pero qué gilipollez es esa? ¡Corre y tira a por él! ¿Te puedes creer lo que dice este imbécil Isengrim? - giró la cabeza y vio el cadáver de Isengrim con los ojos abiertos y los intestinos saliéndole por la espalda. -Mierda, este ya se ha muerto.
-Pero jefe es que ya se ha ido en el rato que hemos estado hablando.
- ¡Puta mierda! En fin, supongo que me toca morirme y eso.
-Creo que es lo que toca. ¿Jefe? ¿Jefe? ¿Jeeeefe? Vaya, se ha muerto de verdad. Bueno, yo me voy a casa.
Y así es cómo Iorveth se fue a su casa y le contó la gran leyenda de los guardias del camino a sus familiares y a la gente de la taberna, y desde entonces se conoce ese día como el día en el que Iorveth recibió una torta tan grande de su madre que literalmente se les quitó la tontería a ostias. Por otro lado, Bronn consiguió llegar al final del camino y entregó las herramientas, emborrachándose de tal manera durante la celebración por la noche que se manchó los pantalones con sus defecaciones y tuvo que esperar tres días usando un abril como ropa, ya que una mina enana es el peor lugar para lavar la ropa.